Un día Dios decidió que me harías bien. Apareciste de repente sin saber que te convertirías en mi luz. No fue difícil encantarte. Y es que el camino parecía estar trazado para querernos. Al comienzo el pasado quiso probarnos, pero ya estábamos lo suficientemente unidos como para borrarnos. Hemos sufrido cuando imaginamos no estar juntos, y es que los momentos de temor e inseguridad son inherentes al ser humano. Cuando intento descifrar nuestro amor, me confundo. No hace mucho tiempo me preguntaste cómo sabía que te amaba. Y yo no supe encontrar palabras y te dije. Yo sólo sé que te amo. Y cuando hablo de “te amo” me refiero al amar completo, entregado y jugado con todas la fichas. No es difícil amar a una persona como tú, tan noble, tan apasionado, tan humilde, tan puro corazón. Muchos te admiran y te quieren. Yo también te admiro pero no te quiero como ellos, yo te quiero mucho más. Y por razón puedo dar la misma lista de virtudes y encantos que otros también han recepcionado, pero me imagino que el argumento más representativo es que de verdad no veo mi vida sin ti. A veces, el miedo al fracaso me lleva arriesgarlo todo. Pero ahí estás tú tranquilizándome y cediendo antes mis tormentos para hacerme volver a lo que realmente importa. Te pido disculpas por dejarme llevar por mis debilidades pero es que el amor es un sentimiento tan poderoso que a veces me asusta. Pese a todo, yo sé que tú me conoces y me tomas de la mano esclareciéndome el camino y logrando hacerme feliz. Tengo tanto que agradecerte. Tus constantes cuidados, tu afán de sorprenderme, tu paciente silencio frente a mis rabietas, tu constante ceder a mis caprichos, tu nobleza, tu sensibilidad, tu infinita comprensión, tu leal y maravilloso amor. Espero que mañana nos amemos con la misma fuerza e intensidad que hoy. Para esto le he entregado nuestro amor al mismo que te puso en mi camino. Gracias Dios.

Feliz Día de San Valentín mi amor…